domingo, 28 de enero de 2018

“VOLANDO VOY, VOLANDO VENGO”
ENERO DE 2018
Este es el título que se me ha ocurrido hoy para plasmar en mi blog los acontecimientos del pasado mes de diciembre, ese maravilloso mes en el que disfruto de las Navidades y del fin de Año en familia. Cierto es que este año me ha tocado vivirlo con altibajos a nivel de salud - que se hizo extensible a varios miembros del clan- pero, por suerte, solo se trató de un virus aunque pareciera una verdadera epidemia. Casi la víspera de Nochebuena llegaron Eduardo y Hélene cargados con sus maletones y sus encargos. Con su llegada, pude delegar mis ideas culinarias y mis programas de menús para cada día y dejarlo en sus manos. Le facilité mi tarjeta de Eroski y yo a descansar y a disfrutar de su compañía. Enseguida aparecieron en escena Elisa y Nicolás con la alegría mayor de la casa, el pequeño de la familia, Tristán, que con su añito y pico ya anda y come como una lima – ¡cómo disfruté dándole de comer, cuchara en mano y boca bien abierta!-. Es una alegría que compensa toda la revolución en que se convierte mi hogar. Poco a poco, como los asistentes al mejor de los espectáculos, fueron llegando el resto de los miembros de mi familia hasta alcanzar los 25 comensales en Nochebuena, que se dice pronto. Suerte que cuento con un comedor en el que enlazamos hasta cuatro mesas de distintas dimensiones y nos colocamos todos perfectamente organizados (como suele apuntarme alguna de mis nietas, “¡qué suerte abuela que no tienes un pisito de estos de 90 metros que nos intentan vender a los jóvenes hoy!”). Me encanta ver cómo se organizan y se ayudan los unos a los otros. Pudimos saborear un riquísimo salpicón, con la estupenda vinagreta que trajo Paloma. También dos estupendos capones rellenos que Eduardo asa con mimo y paciencia. A mediodía, las croquetas de Eduardo que hacen las delicias de mis nietos, junto con el foie, el salmón marinado de Marisa, la compota de Paloma, la macedonia de Jesús y Fefa, y tantas otras cosas exquisitas con las que podría llenar una entrada de blog completa. No puedo olvidar y no podía faltar la tradicional sopa cana, un postre típico en mi casa, que en Año Nuevo degustamos con la grasa de los capones que habíamos cenado la noche anterior. Tampoco los calamares de Luis, los turrones o los polvorones riberos (y eso que había pasado la noche en vela por prescripción médica…).
Y, entre plato y plato, no podía falta la música de varios de los artistas que componen mi prole que, valiéndose de más de una guitarra, tambores y hasta micrófono con efectos, compusieron la melodía de unos días inolvidables.
Dicen que después de los grandes momentos siempre quedan recuerdos inolvidables. Y las Navidades de 2017 forman parte ya de la memoria de todos los que la vivimos y compartimos. 
Gracias a todos los miembros de esta maravillosa familia que tengo. El año que viene más y mejor pero, mientras tanto… ¡VIVA LA REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE MI CASA!




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